jueves, 19 de septiembre de 2013

Contaminación y Desigualdad: Las alertas rojas de la Globalización!

Ésta fué una entrevista realizada a George Gray Molina Economista en Jefe de la Dirección Regional para América Latina y el Caribe por parte del PNUD.-
El Editor

El IDH 2013 concluye que los países del hemisferio sur están en pleno ascenso, pero que esta realidad no se traduce en su participación en la distribución del poder político global. 

¿Cómo ve esta contradicción?

Esta es la principal conclusión del Informe sobre Desarrollo Humano 2013 que se hizo sobre la base de un estudio en 18 países, que ya han emergido como China, India, Brasil y México y otros 20 que están en emergencia. Es decir, casi 40 países que tienen altas tasas de crecimiento económico y mayores logros sociales, pero que no tienen suficiente representación política en los organismos de gobernanza global. Este paso está pendiente. Y esto nos lleva a la primera conclusión sobre este proceso: el desarrollo ya no será más considerado como cooperación. Hoy la asistencia anual para el desarrollo es de 7.000 millones de dólares para América Latina y cerca de 125.000 millones para el mundo. Esta figura palidece frente a otros ingresos como las remesas, la inversión extranjera directa, exportaciones de materias primas y turismo, que son los motores del crecimiento económico. Hace 20 o 30 años el peso de la cooperación internacional era mucho más grande que el que los países recibían por esos ingresos. Hoy, otros son los motores del desarrollo. Este informe nos dice que nos fijemos en esos otros motores del desarrollo. Algunos están en la migración, otros en el comercio internacional, otros en el turismo y la interconexión global. En los próximos años vamos a salir de la caja pequeña de la asistencia oficial para el desarrollo y vamos a pasar a ver el cuadrilátero más grande del desarrollo, donde el sur emergente quiere tener más participación política en la gobernanza global.

¿Qué modelo seguir en tiempos de crisis económica?

El informe muestra que ya existen varios modelos entre los países emergentes. Los países asiáticos, los africanos y también está la vía latinoamericana. La salida de América Latina a la crisis está basada en una inserción internacional agresiva, la generación de empleos vinculados al sector de servicios que ha reducido drásticamente la pobreza y las redes de protección social a través de transferencias directas bastante agresivas. Lo malo de la salida por la vía de los servicios es que generan pocos empleos de largo plazo, por lo que necesitamos ampliar los empleos industriales para competir. Lo bueno de las redes de protección social es que da más flexibilidad a las economías para insertarse en la economía global. Hoy se piensa que la reducción de la pobreza es parte de un paquete más grande de desarrollo de las economías.

¿Cómo ve el caso brasileño?, que disminuyó su crecimiento en el último año…

Hay varias aristas de ese bajón que se ha registrado en Brasil. Lo más inmediato tiene que ver con la estructura del mercado interno brasileño. Brasil no vivió el boom de tasas de interés bajas que tuvo el resto del continente. En Bolivia es prácticamente cero, mientras que en Brasil se mantiene en números altos. Lo segundo es que Brasil ha tenido un crecimiento de sus salarios reales en diferentes sectores, especialmente en el sector manufacturero, que comienza a generar frenos en su competitividad que los economistas llaman “trampa de renta media”. Pero para gran parte de la población queda mucho por hacer, el sector de servicios no tuvo un fomento tan significativo en términos de salarios reales, por lo que hay espacios para la reducción de la pobreza y aumento del mercado de consumo. Brasil tiene un equilibrio tenue en su inserción en los mercados internacionales y, me parece, nos está señalando el futuro de muchos países en América Latina. Vamos a tener periodos de transición en los cuales basemos nuestro crecimiento económico en aumentos de productividad y no necesariamente en mejores precios relativos de recursos naturales. Brasil es un líder en este sentido, por eso es un líder en la región. Nadie duda que, en poco tiempo, Brasil registrará un empujón expansivo y vamos a tener una mayor influencia para la región y, en particular, para Bolivia. Es un proceso de transformación y ajuste interno el que está viviendo Brasil.

 ¿A dónde va América Latina con sus procesos de integración?

Hay dos oportunidades a futuro en este contexto. El primero es la Alianza para el Pacífico, principalmente porque México está en este acuerdo. México tiene una relación de competencia amigable con China, que no tiene el resto de los países de la región. Los otros son proveedores de recursos naturales y de materias primas. En cambio, México sí compite con China en sectores de manufacturas mediana. En este sentido, creo que la calidad de la inserción de los países de la región en el mercado chino no va a ser la misma de siempre. El puntal de esa alianza es México. El segundo aspecto importante es que queda un mercado abierto muy grande dentro del Cono Sur, en particular por el rol de Brasil. Sin embargo, la integración regional sigue siendo baja con respecto a la integración que tiene Asia, por ejemplo. América Latina tiene mucho que hacer en este sentido. Hay que pensar que el Cono Sur es nuestro mercado doméstico ampliado, mucho más por la emergencia de las clases medias. En los últimos años hemos aprendido que la ampliación de los mercados de consumo es lo que nos ha permitido evitar la crisis financiera global. El consumo doméstico es lo que está generando el boom latinoamericano. Yo veo un enorme potencial en el mercado de consumo latinoamericano. Entonces, hay dos puntales: México mirando a Asia y Brasil mirando a América del Sur. Ambos van a ser complementarios y van a tener un impacto importante para la economía boliviana.


¿Hay una nueva dependencia de América Latina respecto de China? ¿Cómo ve esta relación con el gigante asiático que en el último año redujo su capacidad de crecimiento?

Lo que vemos es que China está tratando de salir de un bajón de crecimiento de 9-10% a 7-8% anual a través de privilegiar su mercado de consumo doméstico a través de un nuevo plan quinquenal. Esto es importante porque el contenido de sus importaciones a futuro va a tener mucho más que ver con el patrón de consumo interno más que con el patrón de exportación que es lo que vimos hasta ahora. Todo el patrón de las importaciones de materias primas tiene que ver con las exportaciones chinas. Pero en el futuro inmediato vamos a ver un cambio en la composición de las importaciones chinas, incluyendo como puntal a la industria agroalimentaria. China va a tener un déficit alimentario hacia 2030, lo cual es un tema de preocupación mundial pero para regiones como América Latina será una oportunidad que afectará la relación con el gigante asiático.

La globalización, ¿una oportunidad o una maldición para los países en desarrollo?

Creo que, sin duda, la globalización es una oportunidad, pero hay que sopesar las ventajas y las desventajas de este proceso. Hay dos que nos preocupan sobremanera. Una es que el patrón de consumo de una economía globalizada genera mucha tensión sobre los recursos naturales y en particular sobre el cambio climático. Si el sur tuviera el patrón de consumo de Europa, la situación sería insostenible, necesitaríamos siete planetas para suplir el oxígeno necesario para equilibrar las emisiones de dióxido de carbono que eso generaría. Esta situación nos va a afectar seriamente en los próximos 20 años. En segundo lugar, la globalización tiene una tendencia a la desigualdad social. No todo el proceso de globalización es igualador. En América Latina hemos aprendido a equilibrar algunos efectos desigualadores de la globalización con políticas sociales muy agresivas. Entonces, crisis del medioambiente y desigualdad social son la cara fea de la globalización, frente a lo cual tenemos que aprender a darle batalla.





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